Manuel C. Ortiz de Landázuri, catedrático de Historia de la Filosofía Antigua, Ética y Filosofía de la Naturaleza en la Universidad de Navarra, aborda en su libro ‘La civilización del deseo’ la evolución del concepto de deseo a través de filósofos como Platón, Nietzsche, Aristóteles, Freud, Epicuro y Adler. La obra explora cómo la sociedad contemporánea, aunque materialmente más rica que en siglos anteriores, enfrenta una profunda insatisfacción colectiva.
¿Por qué recuperar el concepto de deseo?
El filósofo destaca que «el deseo no se ha estudiado de forma sistematizada a lo largo del tiempo» y suele confundirse con placer, voluntad o afectos. Además, señala que vivimos en una cultura donde «se generan múltiples deseos pero estamos profundamente insatisfechos», lo que motiva su enfoque filosófico práctico para abordar esta problemática.
La simplificación del deseo
Según Ortiz de Landázuri, «la sociedad actual ha identificado el deseo con los apetitos inmediatos», traduciéndolo a una lógica de consumo inmediato que afecta incluso las relaciones humanas. El académico argumenta que «satisfacer apetitos inmediatos nunca va a solventar las carencias de fondo» y enfatiza la necesidad de cultivar hábitos que permitan ordenar los deseos.
Autoconocimiento y reflexión
El autor retoma la idea platónica de que «el problema del deseo es en realidad el problema del autoconocimiento». Plantea que reflexionar sobre «¿por qué deseamos lo que deseamos?» ayuda a identificar carencias más profundas que no requieren satisfacción inmediata, sino soluciones complejas. Un ejemplo mencionado es cuestionar si la compra de objetos de moda responde a una búsqueda de estatus o una huida de la realidad insatisfactoria.
Equilibrio entre deseo y razón
El texto recoge la postura estoica de que «saber las razones de tus acciones te hace más libre, dueño de tu vida». Ortiz de Landázuri propone que «no hay que negar el deseo sino darle la forma adecuada», integrándolo en la razón. También menciona que el deseo sexual ha sido simplificado al puro impulso biológico, ignorando su dimensión psíquica y trascendental.