Investigación presentada en una cumbre científica destaca los efectos protectores de un régimen alimenticio combinado contra enfermedades neurodegenerativas.
Origen y composición del régimen nutricional
Este protocolo dietético, conocido como MIND, fusiona dos enfoques nutricionales reconocidos: uno enfocado en la reducción de la hipertensión arterial y otro inspirado en patrones alimenticios tradicionales del sur de Europa. Su elaboración incorpora alimentos específicos con propiedades neuroprotectoras documentadas, incluyendo hortalizas de hoja verde, frutos secos, frutas del bosque y grasas vegetales.
Evidencia científica sobre su efectividad
Un estudio liderado por especialistas de una institución académica estadounidense analizó datos de casi 93,000 adultos. Los resultados mostraron que quienes mantuvieron una mayor adherencia a este esquema dietético presentaron una disminución del 9% en la probabilidad de desarrollar trastornos cognitivos. La reducción fue aún más significativa, del 13%, en algunos grupos étnicos específicos.
Variaciones por grupos demográficos
Los resultados revelaron disparidades en la efectividad del régimen según el origen étnico de los participantes. “Encontramos que la relación protectora entre una dieta saludable y la demencia fue más pronunciada entre los afroamericanos, latinos y blancos”, explicó el Dr. Song-Yi Park, coordinador del estudio. No se observó una correlación significativa en participantes de ascendencia asiática o nativa hawaiana.
Adaptación de hábitos alimenticios
El estudio destacó que incluso quienes modificaron positivamente sus patrones nutricionales durante la investigación experimentaron beneficios. Quienes incrementaron su cumplimiento del plan alimenticio durante la década de observación mostraron un descenso del 25% en el riesgo de desarrollar demencia comparado con quienes redujeron su adherencia.
“Esto sugiere que nunca es tarde para adoptar una dieta saludable y prevenir la demencia”.
Limitaciones y próximos pasos
Los autores reconocen que el análisis se basa en datos observacionales y requiere validación mediante estudios experimentales. Señalan que las diferencias culturales en los patrones alimenticios podrían explicar las variaciones en eficacia entre grupos étnicos. El investigador principal destacó que “podría ser necesario un enfoque específico al evaluar la calidad de la dieta de las diferentes subpoblaciones”.