Una migración forzada sin precedentes
En la frontera entre Irán y Afganistán, miles de personas cruzan diariamente en condiciones dramáticas, expulsadas de Irán con apenas algunas pertenencias. Desde inicios de 2025, más de 1.4 millones de afganos han sido deportados o han escapado de Irán, en medio de una campaña gubernamental contra migrantes sin documentos, según reportes de la agencia de la ONU para refugiados. La situación se ha intensificado con el reciente conflicto entre Irán e Israel, que ha llevado al retorno forzado de más de 500,000 personas a un Afganistán ya sumido en una grave crisis humanitaria y bajo restricciones severas para mujeres y niñas.
Historias de desesperanza en tierra desconocida
En los centros fronterizos afganos, los retornados expresan su frustración y desorientación. Mohammad Akhundzada, un trabajador de la construcción de 61 años, llevó 42 años viviendo en Irán y ahora se pregunta: “Trabajé tan duro que me rompí las rodillas, ¿y para qué?”, mientras aguarda un autobús hacia Kabul con su esposa y cuatro hijos nacidos en Irán. Para muchos, regresar significa enfrentar un país que apenas reconocen, con escasas oportunidades y sin redes de apoyo.
El impacto en una nación al borde del colapso
La repatriación masiva agrava la situación económica de Afganistán, que ya enfrenta un colapso financiero y una crisis de empleo, vivienda y salud. Más del 50% de sus 41 millones de habitantes dependen de ayuda internacional, mientras las remesas de trabajadores en Irán, vitales para muchas familias, se han interrumpido. Las autoridades afganas planean crear 35 asentamientos para recibir a los deportados, aunque muchos llegan sin dinero ni acceso a sus bienes.
Discursos de odio y violencia institucionalizada
En Irán, los afganos son acusados por medios estatales de espionaje para Israel y Estados Unidos, sin pruebas concretas, lo que ha alimentado ataques racistas y discriminación. Ebrahim Qaderi, un trabajador textil, fue apuñalado en Teherán por dos hombres que le gritaron “¡Sucio afgano!”, y hospitales lo rechazaron por su nacionalidad. Incluso quienes tienen documentos legales son detenidos arbitrariamente, como Ali, un hombre de 36 años nacido en Irán, cuya tarjeta de residencia fue destruida por guardias de seguridad.
Entre la opresión talibana y el futuro incierto
Para familias como la de Zahir Mosavi, el regreso a Afganistán implica sacrificar la educación de sus hijas, prohibida por encima del sexto grado bajo el régimen talibán. Su hija Nargis, que estudiaba en Irán, ahora busca adaptarse a la costura como única alternativa viable. Mientras tanto, Jawad Mosavi y su familia intentan navegar entre el caos de los centros de retorno, donde madres cambian pañales en suelos sucios y padres hacen filas bajo el sol para recibir apoyos mínimos.