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Internacional

La imposición lingüística divide a la sociedad ucraniana

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La lengua como arma de guerra

La población de Ucrania que habla ruso enfrenta una situación compleja, siendo blanco de sospechas en su propio país mientras sufre los bombardeos rusos. Esta comunidad ha estado presente en las fuerzas armadas ucranianas, pero ahora enfrenta políticas que buscan eliminar su idioma de uso cotidiano. “Nuestro objetivo era, y sigue siendo, proteger a la gente rusa que habita en estas tierras desde hace siglos”, afirmó el ministro ruso de Exteriores, Sergey Lávrov, en una entrevista del 19 de agosto, mientras sus tropas destruyen ciudades con mayoría rusófona.

El debate sobre el idioma ha trascendido lo cultural para convertirse en cuestión de seguridad nacional. Personajes públicos como Sviátoslav Litynskyi sostienen que “la barrera lingüística corresponde a la línea del frente”, mientras Serhii Prytula, un voluntario conocido, asegura que “hablar ruso en la calle es un instrumento de la expansión rusa”. Esta visión transforma el lenguaje en una señal de lealtad o traición.

Historia de represión lingüística

El ucraniano fue perseguido durante siglos bajo el imperio ruso y la Unión Soviética. Las leyes Valuev (1863) y Emsky (1876) prohibieron su uso en educación y publicaciones. Durante la era soviética, aunque inicialmente hubo un periodo de reconocimiento cultural, pronto se consideró el nacionalismo ucraniano como una amenaza. Tras la independencia en 1991, el ucraniano no logró imponerse plenamente en la vida pública.

El cambio llegó con el conflicto actual. Entre 2015 y 2024, el apoyo a eliminar el ruso de la comunicación oficial se triplicó, alcanzando el 66%. Ahora el ucraniano es la lengua principal en el hogar para el 66% de la población, mientras el ruso cayó al 13%. La ley de lenguas restringe la enseñanza de idiomas minoritarios, excluyendo específicamente al ruso por ser lengua de un estado agresor.

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Impacto en la sociedad

Las personas rusófonas enfrentan creciente discriminación, especialmente en contextos de desplazamiento forzado por la guerra. Según la Organización Internacional de Migraciones, las familias desplazadas provienen mayoritariamente de regiones rusófonas y enfrentan dificultades económicas. Las autoridades ucranianas han implementado políticas que tratan el ruso como amenaza cultural.

El debate se ha radicalizado hasta extremos preocupantes. Se han propuesto “inspecciones lingüísticas” y figuras públicas como un actor famoso han sugerido castigar a los niños por usar el ruso. Esta atmósfera ha generado reacciones en redes sociales donde se cuestiona “Si no somos ucranianos, ¿por qué hemos de combatir o permanecer aquí bajo las bombas?”.

¿Descolonización o exclusión?

La justificación oficial para estas medidas es la descolonización. Sin embargo, críticos señalan que esta visión transforma la diversidad cultural en problema a resolver. Un estudio de OPORA revela que en plataformas como Telegram, las personas rusófonas son frecuentemente etiquetadas como responsables de la invasión o como portadores de una cultura extranjera.

El grupo Sotsialnyi Ruj advierte que negar el derecho a la lengua materna aliena a una parte significativa de la población. La imposición de un único modelo cultural crea obstáculos para la reconciliación futura y puede llevar a un aumento de la polarización política. Como señala Oleksandr Kyselov, activista ucraniano, “un proyecto que depura a su gente para sobrevivir no puede liberarla; lo único que hace es redistribuir el miedo”.

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