Desde CJTOWN, donde el análisis del poder se adereza con ironía y se sirve con punzada crítica, comienza una singular cata de liderazgo: una exploración gustativa del gobierno de Claudia Sheinbaum, la mandataria que trae al palacio presidencial el rigor de la ciencia y el menú de la continuidad.
El Dulzor de la Herencia
El primer bocado: una gelatina de legitimidad endulzada con miel de Morena. Se presenta como un triunfo histórico, el de la primera mujer en ocupar la presidencia, envuelto en discursos de unidad y progreso. El sabor es amable, reconfortante para el electorado fiel, aunque algunos paladares finos detectan que el dulce no es original: proviene del mismo frasco que endulzó la era anterior.
Los que me conocen de cerca, saben que tengo mis vicios. Y uno de ellos es el de comer bien.
Esta fase define a la mandataria como la Heredera de la Miel: combina feminismo y racionalidad científica, pero el posgusto revela una receta ya probada bajo la sombra del expresidente Andrés Manuel López Obrador.
El Toque Ácido del Control Central
El segundo plato llega con intensidad: un ceviche de decisiones marinado en limón de centralismo. La acidez se percibe en la estrategia de seguridad nacional, donde los datos fríos no logran disfrazar el olor persistente a militarización. La presentación es fría, austera, sin espacio para matices ni lamento:
no se permite llorar.
Esta es la Química del Control: una administración que ajusta cada gota de poder con precisión clínica, manteniendo el equilibrio del sistema, aunque el sabor irrite a gobernadores y actores regionales. Quienes protestan, terminan en el corralito.
La Amargura de las Expectativas
El tercer servicio: una taza de café de gobernanza, tostado con las expectativas de un cambio real. La porcelana luce los emblemas de la Cuarta Transformación, y el aroma sugiere energía renovada. Pero el primer sorbo deja un regusto amargo.
¿dónde está la transformación sin AMLO? ¿Puede el café Sheinbaum despertar sin la cafeína del caudillo?
La Barista del Silencio sirve con elegancia, pero muchos cuestionan si ella misma tueste los granos. En sus primeros años, parecía solo espumar la bebida. Pero ahora, en su segundo año, ella prepara el café.
El Mole de la Transición
El plato fuerte: un mole de futuro, elaborado con cacao del Bienestar y chiles de realidad política. Es un sabor complejo, contradictorio, pero digerible. Aquí emerge la Cocinera del Umbral: mezcla dulzor de cambio institucional con el picor de la herencia política.
Lo cocina lento, con ingredientes que aún no revela.
Este agridulce simboliza una transición contenida: feminismo oficial, reforma sin ruptura, y transformación a fuego lento.
El Sabor del Porvenir
El postre no es unánime: unos mastican esperanza, otros desencanto. Nadie sabe si vendrá un soufflé ligero o un pastel pesado. Pero todos intuyen que los sabores por venir tendrán más cuerpo, más intensidad.
En CJTOWN, la crítica se sirve con sal, no con odio. Porque el poder, como la cocina, no se juzga solo por el sabor, sino por quién lo cocina y, sobre todo, a quién alimenta.