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El legado eterno del mágico lanzador que salió de un poblado sonorense y conmovió a una nación

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El 22 de octubre de 2024 falleció a los 63 años Fernando Valenzuela, figura cumbre del béisbol mexicano, cuyo legado trascendió las fronteras del deporte. A un año de su partida, millones de aficionados aún guardan con emoción los recuerdos de aquel joven de mirada intensa y pelo crespo que, desde el montículo de los Dodgers de Los Ángeles, detenía al país entero cada vez que lanzaba.

Un ídolo que marcó generaciones

“Es el más grande que hemos tenido. No ha existido un beisbolista en el país que haya logrado lo que Fernando, fue el único que ha motivado a muchísimas generaciones a ejercer un deporte, no solamente el beisbol. Me tocó jugar con él y también verlo por televisión de niño cuando detenía a toda la nación cada que lanzaba. Solamente Julio César Chávez y Hugo Sánchez se acercaron a tal impacto”, recordó Pedro Meré, mánager del Águila de Veracruz en la Liga Mexicana de Beisbol.

Originario de Etchohuaquila, un pequeño poblado en Sonora, Valenzuela se convirtió en un fenómeno cultural y deportivo sin precedentes en Estados Unidos. Su llegada a las Grandes Ligas no sólo transformó su vida, sino que inspiró a toda una comunidad latina en el extranjero.

Del desierto sonorense a la gloria mundial

“La realidad a veces supera la ficción y su historia es simplemente extraordinaria, mejor de lo que pudo escribir cualquier cineasta. Un pelotero que salió de una localidad con pocas casas en el desierto de Sonora para conquistar todo Estados Unidos”.

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En 1979 firmó con los Dodgers, debutando al año siguiente. En su temporada inicial, obtuvo simultáneamente el premio Cy Young y el de Novato del Año. Su carrera estelar incluyó dos Series Mundiales (1981 y 1988) y seis apariciones en el Juego de Estrellas. En la Liga Nacional destacó con 180 ponches, 11 juegos completos, ocho blanqueadas y 192 entradas lanzadas en una sola temporada.

El fenómeno que cambió el juego

“Fernando levantó al beisbol de las Grandes Ligas, que vivía un momento difícil. Nosotros como país requeríamos de un deportista de esa magnitud, no teníamos un héroe que nos motivara. Todos lo veíamos, quien no tenía televisión buscaba un lugar, incluso compramos una sudadera con los colores de los Dodgers y el número 34.”

Su influencia desató la conocida como “Fernandomania”, un arrebato colectivo sin réplica en el que un jugador de béisbol se transformó en símbolo de orgullo latino. Recientemente, el 1º de noviembre fue declarado en su honor en el estado de California, un reconocimiento que trasciende lo deportivo.

Un símbolo de identidad y superación

“Es una gran noticia que se le conmemora un día a Fernando en medio del contexto actual. Un migrante no es un ladrón ni un delincuente, los mexicanos somos gente trabajadora, venimos de una situación humilde muchos, pero con valores y ganas de triunfar. He platicado con peloteros que nacieron del otro lado y la mayoría me decía que Valenzuela fue su mayor inspiración, ahora imagínate a todos los paisanos que lo veían y motivó a salir adelante.”

Michael Jaime-Becerra, escritor mexicano-estadounidense, destacó en Los Ángeles Times el efecto transformador de Valenzuela en la comunidad migrante y sus descendientes, quienes encontraron en él una figura con la que identificarse. El profesor relató que, siendo niño, sentía una profunda cercanía al ver a un pelotero que se parecía más a su tío que a los rostros habituales en las transmisiones.

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Puertas abiertas para futuras generaciones

“Abrió las puertas para los mexicanos en Grandes Ligas, fue una atracción a escala mundial, la gente iba a los juegos de los Dodgers para verlo. Shohei Ohtani pudiera ser esa figura actual, pero debe pasar tiempo para ver si puede lograr lo que Fernando, porque está haciendo cosas que no se esperaban en la Gran Carpa”, afirmó Ramón Abulón Hernández, exsegunda base de los Diablos Rojos durante las décadas de 1960 y 1970.

El amigo que fue ídolo

Meré, natural de Medellín, Veracruz, compartió camarín con el “Toro de Etchohuaquila” en temporadas de Liga de Invierno con Navojoa y Mexicali. Lo evoca con afecto, como a un compañero de vida. “Tuve la fortuna de ser su amigo, de conocerlo bien, la verdad fue muy triste saber que no lo iba a ver, que no lo iba a poder abrazar. Su partida fue dura para todo el pueblo mexicano”.

“Le decía que era raro. A veces a las personalidades grandes, como gobernadores, no les daba tanta importancia, pero a nosotros sí, era muy humilde. Recuerdo comentarle que no dimensionaba lo que provocaba cuando lanzaba con los Dodgers. Pero para él era muy normal, como cualquier otro duelo, era muy inteligente, nunca dudaba y analizaba muy bien a los rivales con una memoria privilegiada”.