Un destructor lanzamisiles de Estados Unidos, identificado como el USS Gravely, atracó en Puerto España el domingo, generando intensa expectativa y preocupación en Trinidad y Tobago, una nación insular ubicada frente a las costas venezolanas. El buque, cuya llegada fue confirmada por periodistas de la AFP en el lugar, se mantendrá en el puerto capitalino hasta el jueves.
Despliegue militar en aumento
La presencia del USS Gravely, junto con una unidad de marines, forma parte de ejercicios militares coordinados con las fuerzas armadas de Trinidad y Tobago, anunciados previamente por el gobierno local. Este movimiento se inscribe en una escalada de actividad bélica estadounidense en el Caribe desde agosto, que incluye operaciones aéreas contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico desde principios de septiembre.
Washington ha revelado planes de desplegar en la región al portaaviones Gerald R. Ford, el más grande del mundo, una medida que Venezuela califica como un intento de “inventar una nueva guerra”. El presidente venezolano, Nicolás Maduro, rechaza las acusaciones de Estados Unidos de estar al frente de redes de tráfico de drogas y denuncia que dichas acusaciones son un pretexto para un cambio de régimen y el control de sus riquezas petroleras.
Opiniones divididas entre la población local
En las calles de Puerto España, la opinión pública está fracturada. Algunos ciudadanos, como Lisa, de 52 años, consideran que la intervención estadounidense responde a un propósito legítimo: “Hay una buena razón por la que traen su buque de guerra aquí. Es para ayudar a limpiar los problemas de drogas que hay en el territorio” venezolano. Para ella, se trata de una causa justa que podría “liberar” a muchas personas de la opresión y el crimen.
Sin embargo, otros trinitarios expresan profunda inquietud. Daniel Holder, de 64 años, teme que cualquier conflicto entre Estados Unidos y Venezuela tenga consecuencias directas en su país: “Si ocurriera algo entre Venezuela y Estados Unidos, (…) podríamos terminar recibiendo golpes”. Sentado en una plaza del centro, Holder, adepto del rastafarismo, critica la postura de su gobierno y considera que está tomando partido: “Es como estar entre dos muros”, lamenta.
Postura del gobierno y críticas regionales
La primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar, ha mostrado una alineación clara con la administración de Donald Trump desde asumió el poder en mayo. Su discurso ha sido crítico hacia la inmigración y la delincuencia con origen en Venezuela, postura que Caracas interpreta como una sumisión a los intereses de Washington. “Persad-Bissessar ‘invita a Estados Unidos’ cuando ‘debería mantenerse al margen’”, opina Holder, quien considera que su gobierno no debería entrometerse en una disputa entre dos potencias.
“Es como estar entre dos muros”
Costo humano y cuestionamientos legales
El despliegue militar estadounidense ha tenido un costo humano significativo: según un recuento de la AFP con base en datos oficiales, diez bombardeos contra supuestas lanchas narcotraficantes en aguas internacionales del Caribe y el Pacífico han dejado 43 muertos. Familias de dos ciudadanos trinitarios aseguran que sus seres queridos murieron en estos ataques a mediados de octubre, aunque las autoridades locales no han confirmado ni desmentido esas pérdidas.
Estos operativos han sido cuestionados por expertos, quienes dudan de su legalidad al realizarse en aguas internacionales contra individuos que no han sido detenidos ni sometidos a interrogatorio. Rhonda Williams, una recepcionista de 38 años, pide paz: “No necesitamos todos estos asesinatos y bombardeos, solo necesitamos paz… y a Dios”.
Ali Ascanio, un venezolano de 38 años radicado en Trinidad y Tobago desde hace ocho años, califica la llegada del destructor como “alarmante porque sabemos que es una señal de guerra”. Aunque rechaza la violencia, espera que la presión internacional impulse a Maduro a abandonar el poder: “irse pronto”.
