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El rol de la suegra en México: entre el cuidado invisible y los estereotipos patriarcales

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En México, cada 26 de octubre se conmemora una fecha poco visible pero simbólicamente cargada: el Día Mundial de la Suegra. Más allá de las bromas y los chistes recurrentes, esta jornada pone en evidencia una realidad social profunda: la figura de la mujer mayor dentro de la familia, atravesada por desigualdades de género, responsabilidades no remuneradas y una representación estereotipada que limita su reconocimiento.

Entre el apoyo y el estigma

Para Karla Badillo, profesora de Sociología en la FES Aragón de la UNAM, la suegra no es un personaje secundario ni una caricatura, sino un agente clave en las dinámicas familiares. Aunque ya no ostenta la autoridad moral tradicional sobre el matrimonio de sus hijos, su papel como sostén del cuidado intergeneracional se ha vuelto aún más relevante en los últimos años. Hoy en día, muchas suegras asumen tareas como cuidar a los nietos, brindar apoyo económico o actuar como mediadoras emocionales, incluso en estructuras familiares no tradicionales.

Sin embargo, este aporte permanece en la invisibilidad.

“Hoy se vuelve más importante en los hogares mexicanos porque sostiene, apoya y acompaña, incluso fuera del matrimonio formal. Sin embargo, el discurso cultural no la reconoce”

, señala la especialista.

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La construcción de un estereotipo

El imaginario colectivo sobre la suegra oscila entre dos extremos: la protectora amorosa o la entrometida conflictiva. Esta dualidad, lejos de depender del carácter individual, responde a una construcción social profundamente arraigada en el patriarcado.

“La suegra no nace como figura de conflicto, se construye dentro de un sistema donde las mujeres aprenden que su lugar depende de los hombres que las rodean”

, explica Badillo.

En este contexto, la madre del hombre interioriza la obligación de protegerlo, incluso justificando sus errores o conductas violentas. Cuando intervienen, se les critica por entrometerse; cuando se retiran, se les acusa de frialdad. Esta doble moral perpetúa el estigma.

Transformaciones familiares y dependencia estructural

Los cambios sociales recientes, como la disminución en el número de matrimonios, el envejecimiento poblacional y la precariedad económica, han modificado la estructura familiar. Hoy, más hogares en México son ampliados, es decir, conviven varias generaciones bajo un mismo techo. Esta modalidad, conocida como ‘virilocal’, refuerza lo que Badillo llama la ‘familia muégano’.

En este modelo, la cercanía forzada genera tensiones.

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“La familia muégano crea redes solidarias, pero también conflictos constantes. Las hijas o los hijos siguen siendo tratados como dependientes, y las madres mayores, como figuras de autoridad o de carga”

. Esta dinámica se intensifica en contextos de pobreza, donde la independencia económica de las parejas jóvenes es limitada y deben depender del apoyo de sus padres o suegros.

El trabajo invisible de las mujeres mayores

Los datos de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT 2024) del INEGI revelan una brecha significativa: las mujeres dedican el 66.8% de su jornada laboral a tareas no remuneradas, frente al 33.2% de los hombres. En promedio, trabajan 61.1 horas semanales, de las cuales casi 40 corresponden a labores domésticas y de cuidado.

Este esfuerzo, que sostiene la vida familiar, no está reconocido legal ni socialmente.

“Ese cuidado, que sostiene la vida de otros, no recibe ni salario ni derechos”

, subraya la socióloga. A pesar de que las suegras forman parte esencial de las redes de apoyo, su labor se percibe como ‘ayuda’ y no como trabajo.

Medios de comunicación y reproducción del estereotipo

Las plataformas digitales, las redes sociales y la televisión juegan un papel crucial en la perpetuación del estereotipo. Desde telenovelas clásicas hasta K-dramas y memes en TikTok, las narrativas suelen presentar a la suegra como villana o como ángel sumiso.

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“Los TikToks o los memes sobre suegras villanas son una versión moderna de los viejos estereotipos de las novelas. Hacen reír, pero siguen reforzando la misma dinámica: la mujer controladora, la nuera víctima, el yerno que violenta.”

Esta representación no solo entretiene, sino que normaliza relaciones tóxicas y desiguales, muchas veces justificando la violencia doméstica cuando la suegra la encubre.

Hacia un reconocimiento feminista

Para la especialista, el debate sobre la figura de la suegra es parte de la lucha feminista.

“El machismo enfrenta a las mujeres entre sí. La madre y la esposa del mismo hombre se ven como rivales, cuando en realidad son dos mujeres dentro del mismo sistema desigual.”

Ambas, madres y nueras, están condicionadas por una educación de género que promueve la competencia femenina.

Reconocer el papel de las suegras sin burla ni desprecio implica un cambio cultural profundo.

“Necesitamos dejar de hablar de las suegras como un problema y empezar a verlas como parte de la red que sostiene la vida doméstica y emocional del país.”

Su visibilización no es solo un tema familiar, sino una exigencia de justicia social y equidad.

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