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La fe en lo invisible: rituales, redes y sanaciones en el México contemporáneo

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En los últimos años, prácticas como el chamanismo, la brujería y los rituales espirituales han dejado de ser fenómenos marginales para instalarse en espacios cotidianos. Esta crónica explora tres escenarios —una vivienda común, un mercado popular y una plataforma digital— donde lo esotérico se expande con renovada fuerza. A través de testimonios, observación directa y recorridos virtuales, se revela cómo el sufrimiento, la fe y la necesidad de respuestas encuentran consuelo en lo simbólico.

Entre paredes comunes, una sanación en silencio

La vivienda no destaca entre las demás. De una sola planta, con muros blancos y una entrada metálica café, se mezcla con el entorno urbano sin llamar la atención. No hay señales externas: ni humo, ni adornos místicos, ni plantas colgantes. Simplemente parece otro hogar cualquiera.

Una mujer de unos sesenta años abre la puerta. Pide mantener su nombre en secreto. Ella es quien “me atiende”. Trabaja de forma independiente y solo con cita previa. Al cruzar el umbral, el espacio se convierte en un lugar íntimo, exclusivo para la sesión.

El interior contrasta con la fachada: la sala es gris, con muebles modernos; el comedor, sobrio pero bien cuidado. A un lado se encuentra su oficina: un escritorio ordenado, dos sillas, un sillón algo desgastado. Dos poodles blancos la acompañan en silencio, como si fueran parte del ritual. Antes de comenzar, los saca de la habitación.

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Elementos, energías y una limpia personal

Sobre la mesa, todo está dispuesto con precisión: un manojo de romero atado con cintas rojas, una piedra de alumbre, una vela blanca rodeada de sal y un recipiente con incienso que aún desprende humo de palo santo. Al costado, un pequeño altar a la Virgen de Guadalupe: una veladora encendida, un vaso con agua, un recipiente con sal. Explica que los cuatro elementos —agua, tierra, fuego y aire— deben estar presentes para su protección. Cubre su ombligo, cabello y muñecas mientras trabaja, pues, según ella, por ahí entran las energías negativas.

Luego toma dos barras metálicas largas y delgadas, similares a agujas gigantes, y las mueve despacio alrededor de mi cuerpo. Las llama “barras energéticas”. Se desplazan con intención, indicando dónde hay desequilibrio. Aunque no emiten sonido, su uso genera una tensión perceptible en el ambiente.

Acto seguido, ata mis manos con un cordón rojo. Con tijeras en la otra mano, me pregunta:

—¿Me das permiso de cortar el lazo?

Asiento con la cabeza. Ella corta el hilo y comienza la limpia.

Chamanismo: de Siberia a México

El término “chamán” nació en la Siberia del siglo XVIII, entre rituales de bosques helados. Sin embargo, con el tiempo, como si viajara en el eco de tambores o el humo de ofrendas, terminó por identificar a guías espirituales de pueblos indígenas en México. A principios del siglo XX, ya no era exclusivo de Asia. Cruzó océanos y culturas, y empezó a aplicarse a prácticas en África y América.

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El investigador Roberto Martínez González, en su libro Lo que el chamanismo nos dejó: cien años de estudios chamánicos en México y Mesoamérica, explica que probablemente fueron antropólogos norteamericanos quienes introdujeron la palabra, aplicándola a figuras ancestrales que antes tenían otros nombres. Ya en 1904, se usaba para referirse a terapeutas huicholes y tepecanos. No había una definición exacta, pero sí una serie de términos cercanos: “sacerdote”, “adivino”, “astrólogo”, “curandero”.

Con el paso del tiempo, el concepto del chamanismo ha ido transformándose. Ha sido visto como técnica, como habilidad, como práctica espiritual. Hoy, en el imaginario colectivo, un chamán es alguien con poderes sobrenaturales: capaz de sanar, adivinar o invocar fuerzas invisibles. Pero para el psicólogo y antropólogo Jacobo Grinberg, la figura es más sutil: un médico-curandero con habilidades abstractas, un puente entre realidades, un maestro de mundos que coexisten más allá de lo visible. Es guía, sanador y arquitecto de la percepción.

El chamán y el chamán-nahual: dos caminos espirituales

Grinberg distingue entre el chamán común y el chamán-nahual. Este último no solo sana, sino que enseña, lidera y transmite un linaje. Forma a otros chamanes, y cuando alguno alcanza su nivel, también se convierte en chamán-nahual, perpetuando una tradición que no se escribe: se hereda.

No sé si la mujer que me atendió se considere una chamana. Tal vez no le interese esa etiqueta. Lo claro es que cree firmemente en las energías que afectan el cuerpo y el ánimo. Su respuesta es directa: una limpia para liberar lo que pesa.

Inoel y el templo del esoterismo en Guadalajara

Inoel transmite autoridad. A simple vista parece un hombre común, pero su paso firme por los pasillos del Mercado Corona delata algo distinto.

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Es alto, de complexión fuerte, cabello negro y peinado con un copete impecable. Su piel clara resalta bajo el rojo brillante de su uniforme, con dos parches bordados: “El Colibrí” a la izquierda y “Inoel” a la derecha. Sus ojos, entre azules y grises, observan con una calma ancestral. Las arrugas en sus comisuras se acomodan naturalmente, y sus labios apenas se mueven al hablar.

—Yo trabajo específicamente con la Santa Muerte y con el Diablo. Ellos son mis santos.

Su voz es grave y áspera, como el arranque de un motor viejo que arrastra historias guardadas. Sus palabras comienzan en murmullos, pero pronto adoptan un ritmo ceremonial.

—Lo que más vendemos tiene que ver con el Diablo y la Santa Muerte… La gente viene por protección, por fe, por moda. Buscan refugio en ellos. En estos santos.

Lleva más de dos décadas dedicado a “lo oculto”, por herencia. Posee dos locales en el tercer piso del Mercado Corona, que, según él, es “el mayor referente del esoterismo a nivel nacional”. Lo dice con convicción, como quien sabe que no exagera. Afirma que incluso extranjeros llegan allí buscando respuestas que no encuentran en otro lado.

Un viaje sensorial al mundo esotérico

El recorrido por el mercado es una experiencia multisensorial. El primer nivel es un caleidoscopio: frutas, ropa, mochilas, adornos. El olor a tortilla frita y guisos guía el camino. El segundo piso alberga fondas y comedores con mesas compartidas. Pero quien busca más, quien sigue su intuición, sube un nivel más.

El aire cambia: ahora se mezclan olores a incienso, cera derretida y aceites florales. A simple vista, parece una zona naturista: plantas, remedios, infusiones. Pero al adentrarse, se descubre un mundo oculto. Imágenes de la Virgen comparten espacio con la Santa Muerte y figuras demoníacas. Santos católicos conviven con orishas afrocubanos y deidades sincréticas. Algunas estatuas son pequeñas, otras alcanzan el tamaño humano. Carteles hechos a mano anuncian: “lectura de cartas”, “trabajos espirituales”, “limpias con huevo y copal”.

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En uno de esos locales está Inoel, un hombre que no duda al hablar de sus creencias.

—Antes todo esto era tabú. La gente tenía miedo. Era el “qué dirán”. Hoy ya se destaparon. Ya se cuelgan el collar del santo como si nada.

Alza la mano para mostrar su anillo del Diablo y su pulsera de Santa Muerte.

—No me importa lo que digan. Es ignorancia. La gente le teme a lo que no conoce, pero ellos son santos, igual que cualquier otro. Mientras tengamos claro que Dios está por encima de todo, y debajo de él están ellos, todo está bien.

Sí, también es católico.

—Muchos llegan aquí buscando algo. Algunos decepcionados, otros desesperados. Dicen que Dios no los escucha. Y terminan aquí. Pero siempre les digo lo mismo: Dios está arriba. Si no tienes eso claro, aquí tampoco vas a encontrar nada.

En su voz hay resignación y certeza. Sabe que cada persona que llega lo hace por necesidad, por vacío, por esperanza. La mayoría de sus clientes son mujeres. Los servicios más solicitados están relacionados con el amor: amarres, endulzamientos, dominaciones. Rituales para atraer, para retener, para no ser olvidado.

La fe en la era del algoritmo

Con millones de reproducciones y hashtags como #hechizocasero, #limpiacasera, #amarrefácil y #trabajosdebrujería, TikTok se ha convertido en una enciclopedia esotérica del siglo XXI. Por su formato visual y contenido breve, es una de las plataformas más populares para este tipo de contenidos. Son cápsulas rápidas, como recetas mágicas: guías para hacer rituales en casa.

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Personajes como el Brujo Mayor de Catemaco (más de 600 mil seguidores), Jessica Esotérica (1.8 millones) y Víctor Tarot (4.7 millones) han encontrado aquí su mayor visibilidad.

Sus servicios se dividen en tres grandes grupos. Primero, los rituales gratuitos: tutoriales con materiales y pasos para realizar limpiezas energéticas o amarres amorosos. Segundo, las consultas en vivo. Durante transmisiones, los brujos interactúan con su audiencia y piden “regalos” —monedas virtuales que se convierten en dinero real—. Al recibirlos, seleccionan al azar a un donante para leerle el tarot o responder preguntas con las cartas. Un caso destacado es Esencia Paranormal (más de 280 mil seguidores), conocido por su tono directo y supuesta precisión.

—¿Estás segura de que quieres que exponga esto? —pregunta.
Del otro lado de la pantalla, una voz responde positivamente con firmeza.
—Tú sabes bien que tu hermana no fue del todo víctima de lo que le pasó… Yo veo claro que, cuando desapareció, la levantó un carro oscuro, y también está involucrada una moto. Veo el auto. Veo cómo se la levantan. Tú sabes que tu hermana andaba con alguien metido en la maña.

La voz al otro lado asiente. Confirma cada palabra.

La tercera categoría son las consultas privadas, virtuales o presenciales. En sus perfiles, hay enlaces o números para agendar directamente.

Entre devoción, rechazo y escepticismo

Los comentarios en sus videos forman un ecosistema propio. Hay quienes piden contacto, agradecen o dejan preguntas sin respuesta:

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  • @poleth_32: Hola, ¿cómo te puedo contactar? Algo que quisiera saber. Soy de Ecuador.
  • @gaby43450: Hola, ¿cómo hago yo para participar en una consulta?

También hay quienes condenan desde la fe:

  • @michelvicencio975: ¿Por qué buscan a brujos y todo tipo de santería para que los sane? ¡Simples mortales! Si por eso está Dios, nuestro creador.
  • @mariamedina1963: Brujo Mayor, te desafío. Voy a orar por tu alma. Te vas a convertir en cristiano para testimonio.
  • @sulvey.violeta.sa: Busca a Jesucristo. Arrepiéntete y dile que renuncias a toda tiniebla. Pídele que te lleve de las sombras a la luz. Solo él puede liberarte de ese pacto.

Y quienes burlan desde la duda:

  • @sarys.garciaa: Dicen que es un charlatán y que el verdadero Brujo Mayor es otro.
  • @azrael.padilla7: ¿Cómo la gente cree esto?
  • @mboiray03: Más falso que zapatillas chinas.

Cada quien elige lo que cree o rechaza. Pero detrás de cada comentario, cada video y cada pago, hay una persona impulsada por el dolor, la desesperación, una enfermedad, una pérdida o el deseo de control. Como dijo Inoel, acuden por lo que no han encontrado en otro lado.

Basta con leer los comentarios para ver el trasfondo humano:

  • “Tengo una enfermedad y necesito ayuda.”
  • “Quiero saber por qué me va tan mal y no consigo trabajo.”
  • “Mi pareja me dejó y quiero que regrese.”
  • “Tengo dolores constantes y los médicos no saben de qué se trata.”
  • “Mi familiar está desaparecido y quiero saber si sigue con vida.”

En TikTok, el algoritmo no solo alimenta la curiosidad; también parece escuchar —o fingir escuchar— las súplicas de quienes ya no saben a quién acudir.

La limpia que alivió un dolor

Entre esta marea digital, hay encuentros reales que no caben en un video de 60 segundos. Como la sesión en aquella casa blanca.

—Estás muy cargada de energía, mi niña —dice.

Primero me humea con palo santo. Advierte que el problema está en mi espalda. Siento un escalofrío, como si algo invisible se activara. Mientras murmura el Padre Nuestro mezclado con palabras desconocidas, me envuelve en humo. Luego toma hierbas atadas con listones y me golpea suavemente, en un ritmo casi litúrgico. Pasa una vela por todo mi cuerpo.

—Esta es tuya. Llegando a tu casa la vas a prender hasta que se consuma —me indica.

Después, toma un huevo. Al pasarlo por mi cabeza, ambas sentimos un chispazo eléctrico. Ella dice que eso no es normal. Al recorrer mi espalda con el huevo, siento un burbujeo bajo la piel, como si algo se moviera.

—Ya sé qué tienes. Ya lo había visto antes —sentencia, segura.

Rompe el huevo en un vaso con agua. Dos yemas flotan en el centro.

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—Tú estás muy bien protegida. Traes una doble protección, y eso es bueno —dice, señalando el vaso.

Al final, me explica que la energía negativa está en mi cabello. Podría ser mal de ojo o las vibras pesadas de las extensiones que llevo. Me da recomendaciones, una piedra de alumbre, y me pide que me bañe con ella.

—Por eso te dolía la espalda y la cabeza —me asegura—. Al final de cuentas, es donde traes el cabello y donde cae.

Suena convincente.

La verdad es que sí creo en estas cosas. No era la primera vez que me hacía una limpia. He probado trabajos más intensos y he visto de cerca lo que la brujería puede provocar. Tenía semanas con un dolor de espalda y cabeza que no cedía con nada. Lo más sorprendente es que esta vez fue ella quien me buscó. Ya la conocía, había ido antes, pero no en mucho tiempo. Me escribió: “no le gustó algo que me vio”.

Tres días después de la limpia, el dolor desapareció.

No tengo explicación. Solo la certeza de que, a veces, lo invisible también pesa. Que lo que no se puede nombrar, también se carga. Y que, en una casa común, detrás de una puerta cualquiera, alguien puede cortar un lazo…

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…y, con ello, aliviar un dolor.