“Hemos fracasado” en contener el calentamiento global por debajo de 1.5°C respecto a los niveles preindustriales, reconoció el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, durante la cumbre de líderes previa a la COP30, celebrada en Belém, Brasil. El alto funcionario atribuyó este incumplimiento a décadas de inacción y negación, calificándolo como “un fracaso moral y una negligencia mortal”. No obstante, insistió en que aún es posible mitigar los peores impactos si se intensifican acciones concretas, como la eliminación progresiva de los combustibles fósiles.
Escenario crítico en el corazón del Amazonas
La reunión se desarrolla al borde de la selva amazónica, considerada el “pulmón del mundo” por su capacidad para absorber dióxido de carbono. Sin embargo, la región exhibe señales claras de degradación: cerca del 17 por ciento de su cobertura forestal ha desaparecido en medio siglo, víctima de la expansión agropecuaria, la minería y la tala ilegal. A esto se suman los incendios recurrentes, que han ido asfixiando progresivamente uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva busca aprovechar la COP30 como una “COP de la implementación”, impulsando compromisos concretos para proteger los bosques tropicales y frenar la crisis climática. Se espera que anuncie el lanzamiento del Fondo bosques tropicales para siempre, una iniciativa destinada a apoyar a más de 70 países en desarrollo que se comprometan a conservar sus selvas. El mecanismo promovería una inversión de cuatro dólares del sector privado por cada dólar público aportado.
Ausencias notorias y tensiones geopolíticas
La cumbre enfrenta desafíos políticos significativos debido a la ausencia de los líderes de las tres mayores potencias emisoras: China, Estados Unidos e India. En lugar de sus mandatarios, Estados Unidos no envió representación de alto nivel tras la decisión de Donald Trump de retirarse de los Acuerdos de París desde su primer día en el cargo. China será representada por su viceprimer ministro, Ding Xuexiang.
“La postura de Trump afecta a todo el equilibrio global. Empuja a los gobiernos aún más hacia la negación y la desregulación”
advirtió Nadino Kalapucha, portavoz del grupo indígena kichwa en Ecuador, al señalar el impacto regional de estas decisiones. Por su parte, el presidente argentino Javier Milei, alineado ideológicamente con Trump, ha calificado el cambio climático como un “engaño socialista” y retiró a su país de la COP29 en Azerbaiyán.
En contraste, el presidente colombiano Gustavo Petro criticó con dureza la ausencia estadounidense, afirmando en la red social X que “no solo es displicente, sino que va literalmente contra la vida de toda la humanidad”. Instó a América Latina y el Caribe a unirse para desarrollar energías limpias como una vía para detener el colapso climático.
Contradicciones y logística bajo presión
A pesar de su liderazgo proclamado en materia ambiental, el gobierno de Lula ha generado controversia al autorizar a la petrolera estatal Petrobras a realizar prospecciones cerca de la desembocadura del río Amazonas. Frente a las críticas, el mandatario brasileño declaró: “No quiero ser un líder medioambiental. Nunca he afirmado serlo”.
La logística de la cumbre también ha sido un desafío. Belém, con apenas 18 mil camas hoteleras antes de la COP30, debió adaptarse para recibir a decenas de miles de asistentes. Escuelas, instalaciones militares y oficinas fiscales fueron convertidas en albergues con literas. Algunos asistentes optaron por cruceros, mientras otros pagaron hasta 55 dólares por dormir en hamacas en un hotel para gatos que suspendió temporalmente su servicio felino.
Los tradicionales “moteles del amor” de la ciudad, que normalmente cobran 10 dólares por hora, ahora cobran 200 dólares por noche a los delegados. “Algunas criaturas de dos patas también merecen nuestra generosidad”, dijo Eugênia Lima, propietaria del hotel felino, orgullosa de que el mundo esté observando a su ciudad.
Lucha social y libertad de expresión en la COP
La movilización ciudadana ha marcado el inicio del evento. A diferencia de las últimas COP en naciones con restricciones a las protestas, en Brasil los activistas han podido expresarse libremente. Jóvenes, líderes indígenas y organizaciones ambientales llegaron en embarcaciones adornadas con pancartas gigantes.
“Acción, justicia, esperanza”
rezaba una de las pancartas de Greenpeace. Otra exigía: “Respeten el Amazonas”. Tras días de navegación desde lugares como Santarém, decenas de manifestantes desembarcaron para marchar por la costa.
“Poder protestar y dialogar es algo grandioso de esta COP”, afirmó Laurent Durieux, investigador de International Relief and Development. “Brasil tiene un largo historial de lucha social y eso forma parte de este evento”.