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El escándalo que revolucionó el arte: el estreno de una obra maldita

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El 29 de mayo de 1913, en el Teatro Champs-Élysées de París, se vivió una velada que pasaría a la historia no por su elegancia, sino por el caos que desató el estreno de La Consagración de la Primavera. La obra, producto de una colaboración entre el compositor Ígor Stravinski, el coreógrafo Vaslav Nijinsky y el pintor-arqueólogo Nicholas Roerich, provocó un escándalo entre un público acostumbrado a los clásicos como El Cascanueces o El Lago de los Cisnes.

La música atonal, los ritmos irregulares y las danzas que desafiaban todas las normas de la estética tradicional generaron una reacción inmediata. Los espectadores, en su mayoría franceses de clase alta, no tardaron en manifestar su rechazo: gritos, abucheos, empujones y hasta objetos lanzados al escenario. Algunas versiones aseguran que intervino la policía; otras, que todo quedó en disturbios menores. Lo cierto es que el caos fue total.

El nacimiento de una revolución musical

Ígor Stravinski, nacido en 1882 cerca de San Petersburgo, no fue un músico convencional. Hijo de terratenientes aficionados a la música, su padre era cantante del Teatro Mariinsky. A pesar de que no se le permitió estudiar música formalmente al principio, encontró en Nikolai Rimsky-Korsakov un maestro clave. Durante los veranos en la casa de campo del compositor, Stravinski aprendió teoría, composición y dirección orquestal, asimilando un estilo clásico que años después rompería por completo.

En 1909, Sergei Diaghilev, director de los Ballets Russes, descubrió a Stravinski tras escuchar Scherzo Fantastique en un concierto. Quedó impresionado y lo contrató para componer piezas que mostraran la esencia rusa en Europa occidental. Así nacieron Pájaro de Fuego (1910) y Petrushka (1911), antes de que Stravinski concibiera una obra más radical: una escenificación de rituales paganos con sacrificios humanos.

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La mente detrás del caos

Stravinski contactó a Nicholas Roerich, un artista obsesionado con la antigüedad eslava, para desarrollar la escenografía y los vestuarios. Juntos diseñaron un mundo primitivo: túnicas blancas con bordados precristianos, paisajes rústicos y un ambiente ritualístico que buscaba evocar tiempos ancestrales. Roerich también fue quien propuso incluir el sacrificio de una virgen en el equinoccio de primavera, un elemento que se convertiría en el clímax de la obra.

Para la coreografía, Diaghilev eligió a Vaslav Nijinsky, su estrella y amante, un bailarín de gran talento pero con una reputación escandalosa —había sido expulsado del Mariinsky por actuar sin ropa interior. Los ensayos de La Consagración fueron difíciles: los bailarines se lastimaban al aterrizar con las plantas de los pies, y la música tan poco convencional obligaba a Nijinsky a contar los tiempos en voz alta para mantener el orden.

La noche del estallido

El día del estreno, Stravinski ocupó un asiento en la platea como cualquier espectador. A medida que avanzaba la obra, el murmullo del público se transformó en gritos. Las bailarinas, con movimientos bruscos, rodillas flexionadas y saltos desincronizados con cualquier gracia clásica, generaban una sensación de tensión y temor. Cuando la elegida para el sacrificio cayó muerta en el centro del círculo, el público estalló.

Stravinski, de facciones pequeñas, nariz prominente y un fino bigote, se hundía en su butaca. Buscó a Diaghilev sin encontrarlo. Finalmente corrió tras bambalinas, donde Nijinsky vociferaba instrucciones para que los bailarines no se perdieran entre el ruido del escándalo y la música. Diaghilev, desde la sala, encendía y apagaba las luces en un intento por restablecer el orden.

“La verdadera tragedia es la indiferencia y que lo sucedido en el teatro era exactamente lo que buscaba.”

Al finalizar la función, Stravinski, aún agitado, cenó con Diaghilev, quien mostraba una actitud serena. El compositor, herido por las críticas, no entendía su tranquilidad. Entonces escuchó aquella frase que resumía todo: “La verdadera tragedia es la indiferencia y que lo sucedido en el teatro era exactamente lo que buscaba.”

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