La artista Lilia Carrillo (1930-1974), figura clave del arte abstracto en México, vuelve al escenario nacional tras más de cincuenta años con la exhibición Todo es sugerente, presentada en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Esta muestra, compuesta por más de 100 obras, no solo reúne un importante conjunto de su producción pictórica, sino que también revela sus poco conocidas incursiones como ilustradora, escenógrafa y diseñadora de vestuario para el teatro de vanguardia.
Una carrera interrumpida por la muerte temprana
Daniel Garza Usabiaga, curador del proyecto, destaca que pese al reconocimiento temprano que obtuvo Carrillo —tanto en el ámbito institucional como en el internacional—, su legado ha permanecido en la sombra. “Es un fenómeno raro. No sabría exactamente cuáles fueron las razones”,
“Es un fenómeno raro. No sabría exactamente cuáles fueron las razones”
reflexiona. Entre los factores que explican este eclipse cultural, señala la escasa representación de las mujeres en los circuitos artísticos oficiales durante gran parte del siglo XX.
Garza Usabiaga remarca que, aunque se reconocen varias artistas destacadas en el campo de la pintura o la escultura, muchas permanecieron en el olvido hasta que en años recientes se inició una revalorización de sus trayectorias.
Formación y evolución artística
Nacida en la Ciudad de México, Carrillo inició su formación artística con Manuel Rodríguez Lozano, amigo de su madre, para luego cursar estudios en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, donde egresó en 1951. En 1953 viajó a París con su primer esposo, el escritor Ricardo Guerra, y allí presentó su primera exposición individual en la Casa de México. Regresó a México en 1956.
Su trayectoria comenzó dentro del realismo, como lo demuestra el primer bloque temático de la exposición, Del realismo a la abstracción. Sin embargo, una vez que se adentró en el arte abstracto, nunca abandonó esa estética. “Lilia siempre fue pintora gestual, abstracta, lírica, informalista, como se le quiera llamar”, afirma el curador, destacando que a diferencia de otros artistas de su generación —como Manuel Felguérez, su segundo esposo—, quien transitó del gesto a lo geométrico, Carrillo mantuvo una coherencia plástica constante.
Una obra fragmentada y poco accesible
Uno de los grandes obstáculos para el reconocimiento de su obra ha sido la escasez de piezas en colecciones públicas. “Todo el mundo la conoce por las cinco o seis pinturas que hay en la colección del Museo de Arte Moderno (MAM) y una perteneciente al Museo Tamayo”, explica Garza Usabiaga, quien durante su paso por el MAM se cuestionó dónde estaba el resto de su producción. Su labor de investigación en archivos personales permitió reconstruir una historia poco contada, localizar obras dispersas y ordenar un corpus que revela una artista mucho más versátil de lo que se creía.
Su estilo se caracteriza por una abstracción gestual rica en collage, que incorpora no solo materiales impresos, sino también retazos de tela y otros objetos integrados a la textura pictórica. En sus últimas obras, estos elementos están menos visibles, pero siguen integrados a la materia de la pintura.
Compromiso político y cultural
Uno de los momentos más destacados de su carrera fue la creación del mural La ciudad desbordada, impureza del aire (1969), exhibido en el Pabellón Mexicano durante la Feria Mundial de Osaka 70. La cédula de sala señala que, aunque formalmente evoca el esmog o la contaminación ambiental, “también deja entrever formas sugerentes que algunos críticos han vinculado con la violencia del Estado que se dio durante esos años en algunos centros urbanos del país, principalmente, en la Ciudad de México en 1968 con los despliegues armados en espacios como Ciudad Universitaria y la Plaza de las Tres Culturas”.
La exposición incluye también el cortometraje Mural efímero (1968), de Raúl Kamffer, filmado en Ciudad Universitaria, en cuya realización participó Carrillo, aunque no aparezca en la cinta. Asimismo, fue cofundadora del Salón Independiente junto con Manuel Felguérez, Vicente Rojo y Roger von Gunten, una iniciativa que buscaba romper con los cánones oficiales del arte mexicano.
“Además de artista, Lilia se involucraba con los problemas de su época, como una activista”, subraya el curador, enfatizando su compromiso con las luchas sociales y culturales de su tiempo.
Legado y reconocimiento tardío
Para Garza Usabiaga, esta exposición es “una introducción para las nuevas generaciones a la obra de una artista que ha sido olvidada por tantos años”. Aunque abarca múltiples facetas de su trabajo, considera que aún quedan aspectos pendientes por investigar, y espera que futuros estudios la posicionen en su justo lugar como figura de alcance internacional.
Respecto a su personalidad, tras entrevistar a quienes la conocieron, el curador la describe como una mujer “muy inteligente, intelectual, reflexiva, con un temperamento más bien meditativo y taciturno”.
La exposición Lilia Carrillo: Todo es sugerente permanecerá en el Museo del Palacio de Bellas Artes hasta el 8 de febrero de 2026.