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Slam Frank: el musical que fusiona rap, rebeldía y la historia de Ana Frank en medio de polémica y elogios

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En el corazón del teatro independiente de Nueva York, un musical atípico está desatando reacciones intensas. Slam Frank, una puesta escénica que entrelaza rimas de rap, activismo social y una reinterpretación arriesgada del diario de Ana Frank, irrumpió en escena desafiando convenciones y expectativas.

Una reinvención controvertida de un clásico universal

La obra, creada por Andrew Fox bajo seudónimo, presenta a Ana Frank como una adolescente latina criada en Frankfurt, neurodivergente y enamorada de Peter, un refugiado cuya identidad inspira la balada “No binario”. En medio del encierro, ella se convierte en una voz rebelde que rima desde el ático: “Cuando este encierro termine, me van a buscar, mis prosas fortalecidas / y si sobrevivir no es la jugada, seré una escritora fantasma”.

Fox, formado en música y teatro en los suburbios de Los Ángeles, expresó su desencanto con la industria escénica: “Me sentía ajeno a una industria más interesada en lanzar mensajes que en contar historias”. Su crítica se extiende a producciones que, según él, repiten fórmulas progresistas sin autenticidad. Aun así, su obra rinde homenaje al género musical: la escenografía evoca a Jamie Lloyd y el cierre recrea “Keep Marching” de Shaina Taub, con el elenco recordando: “El progreso es posible, no está garantizado”.

El impacto cultural y mediático de una obra polarizadora

La creación no pasó desapercibida. The New York Times la calificó como “ingenioso” y “provocador”, mientras que The London Times la celebró como “el musical más brillante de Nueva York”, augurando que podría “salvar Broadway”. Sin embargo, la polémica también alimentó su ascenso: Fox News la tachó de “grotesco” y una petición para cancelarla, que no superó las mil firmas, terminó por aumentar el interés público.

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Lo que comenzó como una temporada de tres semanas en el íntimo teatro Asylum NYC —con capacidad para 150 personas— se extendió hasta cuatro meses, con funciones programadas hasta el 28 de diciembre. El crecimiento en redes sociales fue estratégico: en Instagram y TikTok, Fox respondía con ironía a las críticas, incluidas preguntas sobre por qué Ana Frank habla español (“¿Porque es inmigrante?”) o similitudes con figuras como Kanye West. Insistía: “Slam Frank es un musical real”.

Entre el rechazo, la incomodidad y el reconocimiento

La obra adopta un formato meta-cómico, con el guion firmado por Joel Sinensky. La acción inicia con un discurso del gerente artístico, figura que actúa como chivo expiatorio para las tensiones que la puesta escénica genera. No se limita a bromas sobre espacios seguros o advertencias de contenido, sino que explora el dilema de unos personajes atrapados no solo físicamente, sino también por las presiones sociales: “Afuera libran una guerra, pero aquí luchamos contra las expectativas”.

“Si compongo un himno queer, debe ser algo que un grupo de jóvenes quiera interpretar en un colegio.”

Antes de cada función, el elenco discutía los momentos en que espectadores abandonaban la sala. Alex Lewis, actor y productor que interpreta “No binario”, reconoció que ciertas partes están diseñadas para incomodar. Por su parte, Austen Horne, quien encarna a Edith, madre de Ana, señaló que el impacto no solo afecta a los grupos parodiados: “Slam Frank impacta a nuestros propios círculos. Muchas personas jóvenes, queer y radicales que conozco tienen otra visión. Algunos se sienten ofendidos y, aunque todos ovacionen de pie, siguen sentados, incapaces de aplaudir por lo que acaban de presenciar”.

Del off-Broadway al sueño de Broadway

El entusiasmo en la última función fue palpable. Anya van Hoogstraten, intérprete de Margot, relató cómo un espectador le confesó entre risas: “No pude dejar de reírme cada vez que hacías algo”. Pese a su éxito, el futuro de la obra permanece incierto. Aunque los productores reconocen las dificultades para dar el salto a Broadway, ven en Slam Frank una posibilidad de llegar a un público más amplio, incluso si eso implica enfrentar nuevamente la controversia.

La influencia de Lin-Manuel Miranda es evidente en el ritmo y en la identidad latina de la producción, mientras que el espíritu irreverente de Book of Mormon también deja huella. PJ Adzima, productor asociado a esa obra, la comparó con el descubrimiento del plutonio: “Bien usada, es un reactor nuclear; mal usada, es Chernóbil”.

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En el vestíbulo del teatro, los espectadores pueden adquirir gorras con la leyenda “PROBLEM ATTIC” y una kipá exclusiva. Fox adopta el rol ficticio de director artístico regional, insertando en la trama la voz del establishment que critica. Ahora, mientras planea ajustes y mejoras, mantiene firme su convicción: el riesgo forma parte esencial del arte. El verdadero desafío será descubrir hasta dónde pueden llegar los límites del público… y los suyos propios.