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Un llanto misterioso recorre Los Palacios a las dos de la mañana y paraliza a sus habitantes

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En medio de la tranquilidad nocturna del fraccionamiento Los Palacios, un fenómeno sobrenatural aterroriza a sus vecinos: cada madrugada, alrededor de las dos, un llanto profundo y desgarrador se deja escuchar sin que se identifique su origen. Este sonido inquietante, que parece provenir de ninguna parte y de todas a la vez, provoca que las familias cierren puertas y ventanas, evitando salir a pesar de la curiosidad.

Historias que el tiempo no borra

Construido en 1998 como parte de un proyecto gubernamental para ampliar la oferta de vivienda cerca del río Cahoacán, Los Palacios I y II se convirtieron en símbolo de progreso para Tapachula. Sin embargo, tras el paso de un huracán en 2005 que redibujó el paisaje local, el crecimiento urbano trajo consigo relatos inquietantes que se han transmitido de generación en generación. Aunque el siglo XXI avanza con tecnología en cada rincón, en este rincón de Chiapas, las leyendas persisten con fuerza: La Llorona, el Cadejo y el Sombrerón forman parte del imaginario colectivo.

Gilberto Rosales, residente de la calle 2 en Los Palacios II, describe el fenómeno con temor:

“No es un ruido normal, no es un animal. Es como una mujer llorando, fuerte, desesperada”

. Asegura que el llanto parece moverse, acercándose y alejándose sin seguir un patrón, provocando un clima de tensión que domina la zona durante esas horas.

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El parque que se mueve sin nadie

El miedo alcanzó su punto más alto recientemente cuando, en el área destinada al esparcimiento infantil y ejercicio de adultos, uno de los aparatos comenzó a balancearse sin que hubiera personas alrededor. Un vendedor de pollos que pasaba por el lugar notó el movimiento, se detuvo y se acercó, solo para confirmar que no había nadie en los alrededores. Pese a ello, el equipo continuó moviéndose lentamente, como impulsado por una fuerza invisible.

Rosaura, vecina del fraccionamiento, relata que testigos comenzaron a grabar con sus celulares:

“No había viento fuerte ni niños jugando. De repente vimos cómo se movía solo y los niños empezaron a salir de sus casas para mirar”

. El ambiente se tornó pesado, silencioso, como si una presencia desconocida observara desde las sombras.

El miedo se extiende en la noche

Además del llanto nocturno, algunos habitantes de la calle 2 reportan ruidos inexplicables alrededor de las once de la noche: golpes secos, pasos en el techo y crujidos en las paredes. Estos sucesos obligan a quienes descansan en las salas a refugiarse en las recámaras, dominados por una sensación de inseguridad que no puede explicarse racionalmente.

En este escenario, donde el desarrollo urbano no ha borrado el pasado, las historias que no aparecen en los planos de crecimiento siguen vivas. Cada noche, entre las sombras del fraccionamiento, algo parece recordar que hay lugares donde el miedo no es solo producto de la imaginación, sino una experiencia compartida por quienes allí viven.

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