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Internacional

Madre venezolana abandona Estados Unidos tras temer separación familiar en nueva era migratoria

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Decisión inesperada

Yessica Rojas, una mujer de 29 años, dejó Estados Unidos después de residir menos de dos años en Branson, Misuri, junto a sus dos hijos. La principal razón detrás de su partida fueron las historias sobre madres venezolanas que se viralizaron en redes sociales, donde se contaba cómo fueron deportadas a Venezuela mientras sus hijos permanecían bajo custodia estadounidense.

“Ya no vale la pena”, mencionó Rojas, justificando su decisión de abandonar el país.

Historias que impactan

Estos relatos no son solo rumores. Durante este año, una menor de dos años identificada como Antonella estuvo temporalmente separada de su familia, mientras su madre era deportada a Venezuela y su padre trasladado a una cárcel en El Salvador. Afortunadamente, la familia logró reunirse posteriormente.

El caso de Antonella no pasó desapercibido, causando preocupación entre la comunidad migrante, y logrando un efecto que incluso las advertencias del gobierno de Donald Trump no habían conseguido: motivar a algunos padres a dejar Estados Unidos por temor a la separación familiar.

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Políticas migratorias que marcan diferencia

Desde que el presidente Trump inició su segundo mandato, han surgido testimonios aislados de personas que optaron por abandonar el país de forma voluntaria. Según reportes del gobierno, un vuelo reciente transportó a alrededor de 65 personas rumbo a Colombia y Honduras.

Tricia McLaughlin, portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, afirmó: “Es una elección fácil: irte voluntariamente y recibir un cheque de 1000 dólares o quedarte y esperar a que te multen con 1000 dólares diarios, te detengan y te deporten sin posibilidad de regresar”. Además, agregó: “Animamos a todos los padres, que están aquí ilegalmente, a que tomen el control de su salida a través de la aplicación CBP Home”.

Un nuevo comienzo truncado

Rojas abandonó Venezuela hace dos años y pasó una temporada en Colombia antes de reunirse con sus hijos en el verano de 2023. Cruzaron la frontera entre México y Estados Unidos y se entregaron a las autoridades migratorias para solicitar asilo. Decidieron establecerse en Misuri gracias a la recomendación de un amigo.

Aunque al principio fue difícil adaptarse a la vida en Ozark, Rojas logró superar varias barreras, encontrando tiendas de segunda mano y trabajos que le permitían comprar pequeños lujos como helados para su hija.

El temor se apodera

A partir del inicio de 2025, las nuevas políticas migratorias impulsadas por Trump comenzaron a aplicarse, generando preocupación entre los venezolanos en Estados Unidos. Las historias sobre la separación de familias circularon rápidamente en TikTok y grupos de WhatsApp, lo que aumentó la inquietud de Rojas sobre el futuro de sus hijos: Kenyerly, de 8 años, y Yessiel, de 3.

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Consultó con un abogado sobre la posibilidad de recibir apoyo gubernamental para abandonar el país, pero al final optó por no contactar a las autoridades por temor a su situación legal.

Partida apresurada

Rojas decidió irse sin hacer mucho alboroto. Dejó sus empleos en un restaurante y como trabajadora doméstica con poca anticipación, sin brindar explicaciones detalladas a los profesores de sus hijos. Vendió su coche, un Chevrolet gris valorado en 800 dólares, para no tener que desplazarse a pie hacia su lugar de trabajo.

“Tuve que meter mis cositas y arrancar otra vez”, comentó.

Un camino de regreso

En el mes de abril, Rojas y sus hijos tomaron autobuses hacia Texas, lugar donde dos años antes habían pasado cinco días en un centro de detención, durmiendo bajo mantas de aluminio y comiendo burritos congelados que enfermaron a Yessiel, entonces un bebé.

En Texas, Rojas observó que “el bus iba lleno de venezolanos”. “Decían que preferían irse que pasarlo mal allá”, comentó. Y agregó: “Es que nos tienen catalogados de criminales”.

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Travesía hacia el sur

En México, la familia continuó su viaje en autobús desde Monterrey hasta Ciudad de México y luego a Tuxtla, cerca de la frontera sur, donde se encontraron con el hermano de Rojas y su familia.

Posteriormente, tomaron un barco en Panamá para realizar un recorrido de ocho horas por la costa del Caribe hasta el Darién, lugar por el que ya habían pasado anteriormente cuando se dirigían hacia el norte.

Historias similares

Durante el trayecto, Rojas conoció a otras madres venezolanas que, al igual que ella, decidieron regresar a Sudamérica por temor a la separación de sus hijos en Estados Unidos. Muchas de estas mujeres habían huido de Venezuela tiempo atrás y tenían hijos nacidos en otros países, lo que incrementaba sus preocupaciones sobre qué podría ocurrir si eran deportadas.

Un regreso con incertidumbre

Al llegar a Puerto Obaldía, Rojas revisó una foto que había tomado en ese mismo lugar el pasado mes de julio, cuando se preparaban para cruzar el Darién por primera vez. Ahora, intentaba preparar a sus hijos para lo que les esperaba: no sería fácil, pero al menos estarían juntos.

Rojas reconoció que su situación en Venezuela sería difícil, con precios elevados y escasez de productos básicos. “Va a ser un cambio drástico”, admitió. “No sabemos cómo va a estar la cosa”.

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El reencuentro familiar

A pesar de los retos, intentó mantener el optimismo, recordando a sus hijos que sus abuelos estarían felices de verlos. Finalmente, Rojas llegó a Venezuela, agradeciendo haber llegado con vida a Mérida, aunque los costos del viaje consumieron todos sus ahorros: más de 2000 dólares.

“Let’s go!”, gritaba su hijo una y otra vez en Puerto Obaldía mientras corría con otros niños. “¡Vamos!”.