Un grupo de organilleros originarios de la Ciudad de México se encuentra en Tijuana desde hace quince días, llevando a cabo una labor cultural que busca mantener viva una tradición musical con más de cien años de antigüedad. La iniciativa, que se desarrolla en espacios públicos y zonas concurridas, ha despertado el interés de locales y turistas al mismo tiempo que revive memorias de generaciones pasadas.
Un sonido que atraviesa décadas
Los músicos utilizan el Harmonipan, instrumento de origen alemán que llegó a México en los últimos años del siglo XIX. Durante la presidencia de Porfirio Díaz, este tipo de melodías callejeras se convirtió en parte importante del ambiente urbano, especialmente en la capital del país. Con el tiempo, la presencia de estos artistas ha disminuido, pero grupos dedicados a su conservación trabajan activamente para evitar su desaparición.
“Venimos a Tijuana a compartir una parte del alma de México. La música del organillo no solo es un sonido, es memoria, es historia viva”, expresó uno de los organilleros que se instaló temporalmente en la zona centro de la ciudad.
Herencia cultural en movimiento
La iniciativa forma parte de un proyecto itinerante organizado por colectivos de organilleros que viajan por diferentes ciudades del país con el objetivo de concienciar sobre la importancia de salvaguardar este patrimonio intangible. A pesar de enfrentar obstáculos como la obtención de autorizaciones oficiales y la movilización de los grandes instrumentos, los artistas continúan su labor con entusiasmo.
Los transeúntes han respondido positivamente al espectáculo, acercándose a observar de cerca los instrumentos, tomar fotografías o realizar pequeñas donaciones. Para muchos padres, la ocasión sirve para explicar a sus hijos sobre una práctica que formó parte de su propia infancia, mientras que adultos mayores recuerdan cuando estos músicos recorrían las calles de sus barrios.