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Reflexión sobre el Agradecimiento en Torno al Día de Dar Gracias

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En unos días se llevará a cabo en Estados Unidos el tradicional festejo conocido como el Día de Dar Gracias, una conmemoración que tiene lugar cada cuarto jueves de noviembre. Esta fecha evoca el arribo de los puritanos a Massachusetts en 1620 y la cena en la que manifestaron su reconocimiento a Dios por lo que interpretaron como su “tierra prometida”.

Una Celebración con Sombra Histórica

Quienes llegaron en ese año se apoderaron de territorios que no les pertenecían, despojando a sus habitantes originarios y, con el tiempo, exterminándolos. Aunque no se niega el impacto de ciertos logros posteriores, como la redacción de una constitución federal tras la independencia, la historia de Estados Unidos ha estado marcada en gran medida por una visión de superioridad, reservando privilegios a un grupo específico, referido irónicamente como “los güeros”, en detrimento de los demás.

A diferencia de los colonizadores españoles, los asentados en Norteamérica no buscaron integrarse ni evangelizar a los pueblos originarios. Más bien, los despreciaron, considerándolos incluso inferiores a los filisteos, y se dedicaron a eliminarlos. Para estos puritanos, la verdad cristiana era un don exclusivo para ellos mismos, mientras que para los demás solo existía el propósito de acelerar su ingreso al Infierno mediante la muerte.

El Silencio en las Aulas

Este pasado violento rara vez se aborda en las escuelas estadounidenses. Se evita reconocer que la festividad de dar gracias está ligada, cronológicamente, a un genocidio. Hacerlo resultaría discordante con la imagen idealizada que la población norteamericana tiene de sus fundadores y de sí misma. Sería un contraste incómodo con la celebración, salvo para grupos como el KKK, que aún subsisten.

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No obstante, tampoco en México estamos exentos de sesgos en la enseñanza. En ambos lados del continente, los cursos de historia suelen tener como objetivo fomentar el amor patrio. Sin embargo, aquí se construye más a partir del victimismo que de la exaltación de logros.

El Victimismo como Identidad Nacional

Este enfoque implica enfatizar lo que “nos hicieron” los españoles, los gringos, los políticos porfirianos y, más recientemente, los priístas. Así, el agradecimiento queda excluido, ya que supondría reconocer beneficios derivados de procesos históricos dolorosos. Además, al ser México una nación oficialmente laica, se considera inapropiado expresar gratitud hacia alguna divinidad.

Sin embargo, si insistimos en vernos como víctimas permanentes, no deberíamos convertirnos en quejadores profesionales. En todo caso, las quejas deberían dirigirse hacia nosotros mismos: por no corregir nuestras fallas, por no reconocer nuestros aciertos y por no vivir con orgullo los logros que sí hemos alcanzado. Tal vez así encontraríamos más motivos para agradecer que los que tienen nuestros vecinos del norte.

Gratitud Más Allá de la Historia

Independientemente de posturas nacionales, hay razones profundas para dar gracias a Dios. Nos ha dado la vida, misma que, aunque esté marcada por limitaciones físicas, no carece de gozos y que, sobre todo, nos encamina hacia la eterna beatitud.

Este mundo, aunque imperfecto debido a la influencia del Malo, muestra un orden admirable que revela el gran amor de Dios por su creación. A muchos no les ha dado la fe ni el acceso a los sacramentos que permiten la reconciliación y santificación, pero a todos nos ha otorgado a su Hijo, quien permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos.

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Y, por si fuera poco, nos dio el guajolote, tan sabroso que los norteamericanos lo adoptaron como plato central de su fiesta más emblemática. Ya sea en mole, al horno, con salsa bruna, puré de papas o ate de arándanos, merece que le demos gracias a Dios cada vez que lo disfrutemos. Después de todo, incluso ellos pueden cocinar algo sabroso si se lo proponen.

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