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Hombre de más de 50 años se disfraza de El Chavo del Ocho para hacer malabares en semáforos de Acapulco y sostener a su familia

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Un hombre conocido como don Beto, con más de cinco décadas de vida, se transforma en una figura colorida de la cultura popular al vestirse como el mítico Chavo del Ocho para presentarse en cruceros de Acapulco, donde realiza números de malabares y actos cómicos para obtener unas monedas de los conductores. Con un gorro a cuadros, una camiseta al revés, un tirante torcido y algo de maquillaje, recrea la esencia del personaje de Chespirito, buscando no solo llamar la atención, sino también ganarse el sustento diario.

De vendedor ambulante a artista callejero

Hasta hace cuatro años, don Beto se dedicaba a vender productos en las intersecciones del puerto, pero la crisis provocada por la pandemia lo dejó sin recursos. Sin dinero y bajo presión económica, decidió salir a hacer malabares en la vía pública. La solidaridad de los automovilistas le abrió una nueva forma de sobrevivir, y desde entonces ha continuado con esta actividad como su principal fuente de ingresos.

“No robamos, no generamos ninguna afectación a nadie sólo tratamos de regalarle unos instantes de distracción a los automovilistas y si su voluntad lo decide nos regalen una moneda”, expresó don Beto, quien asegura que su trabajo, aunque informal, tiene el mismo valor que cualquier otro.

Diversificación del personaje y condiciones de vida

Explicó que su jornada no siempre es productiva: a veces gana lo suficiente, pero en otras ocasiones ni alcanza para comer. Por eso decidió hace un año incorporar el disfraz del Chavo del Ocho a su rutina, y próximamente planea estrenar un nuevo atuendo inspirado en El Chapulín Colorado. Su presentación incluye caídas fingidas, resbalones y malabares con bolas y pinos de boliche, actos que provocan risas y aprobación entre los espectadores.

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Originario de Iguala y con experiencia trabajando en municipios de la Costa Chica como Ometepec, don Beto asegura que sale a la calle para mantener a su familia. Tiene tres hijos: uno en Tijuana, otro en Iguala y el tercero, según dejó entrever, también vive lejos. “La familia se queda y yo tengo que salir a buscarle para sostener la familia”, afirmó.

Llamado a la empatía ciudadana

El artista callejero pidió respeto y comprensión a los conductores. “Si está en sus posibilidades les regalen una moneda y si no con una sonrisa o un saludo es suficiente”, comentó, reiterando que su presencia en los semáforos no busca molestar, sino ofrecer entretenimiento en medio de la rutina diaria.